La ironía está presente en la obra de Maryan, la cual convive con un aspecto biográfico lo suficientemente profundo como para orientar toda su carrera artística. Nacido en Polonia en los años previos a la II Guerra Mundial, estuvo recluido en un campo de concentración a los 12 años, donde pierde una pierna y queda huérfano. Esta vivencia, junto con la pintura europea de postguerra de Dubuffet, Picasso, Karel Appel entre otros, origina un estilo propio cuya obra es clave para entender una época.

De aspecto grotesco y cierto patetismo, las obras de Maryan a lo largo de su carrera asumen las características de la vanguardia hasta crear un estilo personal: Expresionismo, Art Brut y un carácter metafísico del espacio, se reúnen en las composiciones de formato retrato para aportar una visión excepcional, que no sólo se inspira en aspectos formales de la pintura, sino que está arraigada en un mensaje visceral y de voz autorizada.
En sus pinturas, las figuras, llamadas “Personajes” muestran el “angst” y la soledad doliente, con cuerpos que gesticulan en poses teatrales que le harán precursor de la pintura contemporánea. A menudo los rostros que presenta muestran una mueca o un grito en una prolongada expresividad de la tragedia humana. Sin embargo, en medio de este caos, hay cierta parte irónica, incluso tierna. Dentro de un humor negro típico de los países del este y de los supervivientes, cercano a “El Proceso” de Kafka, que Maryan ilustró en 1953.

Sus “Truth Paintings”, como él las llamaba, son absolutamente autobiográficas. Él mismo dijo: “I will be myself in any color I put on the canvas”.